Resplandor que ciegas
las puertas de mi alma
y obnubilas la mente
dejando huérfanas las ideas,
mientras mis manos...
se entretienen con un helado
-sentado en un banco-
de mi parque de niño
en la luz del ocaso.
Se me escapa la luz
y se difuminan las formas
-todo el mundo a su historia-...
gente corriendo en solitario
para mantenerse en forma,
los niños con sus pelotas
-agotando al tiempo-
divirtiéndose de lo lindo
(mucho más que divertido),
los viejitos con sus bolas
jugando lo que no hicieron de niños
-ya...con el deber cumplido-,
una pareja de enamorados
alegres y curiosos
-asombrándose por todo-,
caminando hacia la noche
y a recibir a La Luna
-para hacer travesuras-,
y los pájaros se despiden
rindiendo pleitesía
al Dios Sol adormecido
-con sus últimos trinos-.
Se me escapa la luz
y mis ideas afloran,
y mi alma
abre sus puertas –y mira-
y las sensaciones se avivan.
Se me escapa la luz
y presiento que aún sin ver
la noche será larga...
“de esas sin almohada”.
14-10-07
.
Este poema lo escribí en el parque de la Arganzuela. Era un ocaso (con el sol de frente y yo deprimido -me molesta mucho la luz-) -estaba sentado en un banco -me había comprado un helado- allá por otoño, pero me estaba forzando por salir de la depresión. Por ser noctámbulo me gusta y me despejo en la noche -me gusta hacer cosas y vivirla-.
.
